miércoles, 15 de junio de 2016

DEL PIE A LA LETRA 5. LA CORTE DE LOS MILAGROS



Bien podría ser (es una creencia mía) que exista una relación de continuidad entre las exposiciones universales que proliferaron durante el siglo XIX y entraron en franca decadencia para el siglo XX (básicamente debido a las dos grandes conflagraciones mundiales), con las competencias deportivas, háblese tanto de Olimpiadas como de certámenes futbolísticos entre los cuales, no está de más recordarlo, el decano de ellos es justamente la Copa América, centenaria en este año. Algo de aparador cultural y mucho de catálogo pintoresco se me revela en este mostrarse en encuentros de tal tipo. La ocasión resultaba ser propicia para la mentalidad colonialista, un poco a partir de la intención de reflejar una gradual incorporación al “concierto de las naciones” de aquellas provenientes de las latitudes más lejanas, a la vez que se ponían de relieve sus rasgos folclóricos. Museo vivo que despertó la atención de pensadores de la talla de Baudelaire y en especial de Walter Benjamin, quien pudo teorizar algo del eurocentrismo que evidenciaban. La tesis a demostrar era que se respetaban los colores y costumbres locales, a pesar de que estas regiones todavía hasta cierto punto indómitas, tenían que ceñirse a los dictados por las grandes potencias (por supuesto, nada que ver con lo que sucede en nuestros días).


Echo un vistazo a la jornada de ayer y hoy y entonces la tesis empieza a flaquear: si algo tienen las justas deportivas, en particular el fútbol, es su dosis de subversión e impredecibilidad, cuyo encanto, en caso de que no se pierda por el amaño de partidos, le da un cierto aire de emancipación a ese destino dictado allende las fronteras, convirtiendo este torneo en una auténtica corte de los milagros (finalmente habrá que parar mientes en que se está disputando en Francia, ¿no?). A excepción de Albania que eventualmente, de nuevo ya al cuarto para las doce terminó capitulando ante los embates galos anfitriones al son de 2 a cero, presenciamos en cambio cómo Hungría dictó cátedra de una administración y buen trato del balón y de los tiempos (tiempo: curioso que este partido evocara al desaparecido imperio al que en cierto modo terminó aludiendo, si consideramos que la parte administrativa le venía de lo Habsburgo, pero la creativa era de legítima procedencia magyar. Otro tanto aconteció con Eslovaquia, que pudo apuntarse su primera victoria en este tipo de competencias ante la inoperancia de los rusos que en cada juego parecen depender más de un “ave maría”, pues de último minuto querían repetir la hazaña hecha ante Inglaterra: era patético ver al entrenador Pavel Sadyrin casi rezando en vez de ponerse a planear la posible estrategia que le diera el empate. Por último, en su cristianodependencia (no dudo que es la última vez que veamos a CR7 en una Eurocopa), en igual grado de inoperancia figuró Portugal, prácticamente atada de manos y de pies para evitar ser alcanzados en el tanteador por la selección de los iglús, una Islandia de la cual, si no fuera por esta exposición universal, no tendríamos mayor noticia que la difundida a través de su rutilante estrella musical, la inefable Björk.


En tierras americanas mientras tanto, la leyenda consumatum est definió sin mayores sorpresas a los calificados, pues junto con el grupo de EUA y Colombia, en el de Argentina y Chile pasaron a la siguiente ronda los equipos colocados dentro de la quiniela en dicha instancia. De este modo los encuentros verificados entre Uruguay y Jamaica (3 a 0), Argentina y Bolivia (por igual tanteador), no repercutieron más allá del terreno de lo anécdotico más intrascendentes que un partido de preparación incluso (a excepción del Chile versus Panamá, en el que ambas escuadras se peleaban el boleto a la siguiente fase pero que, como decía, no produjo mayores sobresaltos, y es más, permitió a los andinos perfeccionar su arsenal para enfrentar a México). Podría decirse que se operó en ellos la metamorfosis que Julio Cortázar le adjudicaba a un periódico ya leído:


  • Un señor toma el tranvía después de comprar el diario y ponérselo bajo el brazo. Media hora más tarde desciende con el mismo diario bajo el mismo brazo. Pero ya no es el mismo diario, ahora es un montón de hojas impresas que el señor abandona en un banco de plaza. Apenas queda solo en el banco, el montón de hojas impresas se convierte otra vez en un diario, hasta que un muchacho lo ve, lo lee y lo deja convertido en un montón de hojas impresas ("El diario a diario").



Apostilla: por otro lado, cavilo que mi argumentación inicial podría respaldarse al ver la vestimenta vintage de Gabor Kiraly, el portero húngaro quien además de imponer el récord de ser el jugador más longevo en disputar una Eurocopa,  hace suponer que su longevidad es todavía mayor y con toda probabilidad se trata de un viajero en el tiempo, auténtico tránsfuga de la exposición universal de París en 1900...

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