jueves, 30 de julio de 2009

Puntos suspensivos...


La promesa. Regreso de la recesión vacacional y el mundo, al menos esa parte que conforma el mundo propio, la zona de movimientos en que uno se desenvuelve, ha sufrido un par de cambios drásticos. Pero bueno, la promesa que me había hecho era retomar el asunto de las controversias del mundillo poético justamente a partir del punto que hizo falta tratar luego del debate en torno al Premio Aguascalientes 2008: el análisis directo de los poemas, asunto que quedó al margen de lo que cada parte pensaba como lo políticamente correcto o solamente correcto (pero eso sí, en términos morales). Sin embargo la imposición de los acontecimientos vigentes dirigen estas líneas en otra dirección.

El aviso. Antes de pasar a la cuestión de fondo, por una prerrogativa de carácter ético debo avisar que de momento no estaré impartiendo mi curso en la Facultad de Filosofía y Letras, por si algún día se dan una vuelta pensando encontrarme ahí los viernes verdes de pastito (tanto el que se pisa como el que se quema). Problemas de logística unidos al cambio en la dirección donde la administración entrante apunta con su dedo flamígero a la anterior de permitir ciertas licencias y la anterior diciendo que dejó la casa en orden, el caso es que ahora sí no me dejaron pretexto para terminar la mentada tesis doctoral, si bien mis funciones como lector de tesis de licenciatura seguirán estando a tope.

El camino medio. No acababa de salir del azoro por el asunto ya comentado cuando al recorrer los alrededores encuentro alterado el paisaje de la entrada a dicho recinto de estudios y el que colinda con la Biblioteca Central. Aquí lo difícil es centrarse: no voy a negar que no me desconcertaba inclusive más llegar a impartir mi materia los viernes y encontrar una romería que envidiaría una boda pueblerina de 7 días, pero a la vez es evidente que se trata de una represora medida unilateral por parte de la autoridades universitarias. La historia de nuestro país está plagada de bandazos y no más no hay forma de encontrar el equilibrio, el camino medio que proclamaría el pensamiento budista. Es verdad que por un lado resultaba hasta deprimente la vista de una zona que desde luego incluye el perímetro de lo que la Unesco ha definido como Patrimonio Cultural de la Humanidad, pero por el otro no puedo dejar de resentir que modificaron el paisaje habitual que desde mi ingreso como estudiante definían lo que en términos de psicología afectiva se conoce como territorio conocido.

El reciente suceso de nota roja, la iniciativa que circulaba desde finales del año pasado de recuperar el Auditorio Che Guevara (que formaba parte de la Muestra Internacional de Cine), así como el cambio en la dirección de la Facultad que pasa de un director permisivo a la mano de hierro de la actual dirección, rubrican este desconcierto de no hallar justeza en el diseño de una política de urbanización y empleo de los espacios públicos universitarios: tan improcedente me parece convertir los jardines en tabernas como colocar cercas y suprimir un área verde con mampostería que carece de la gracia del espacio escultórico. Y tan lamentable que la mesura de un planteamiento de este tipo impida el ser tomado en cuenta por cualquiera de los dos bandos que desde este momento califico de radicales en tal sentido, dejando así la salida concertada de este conflicto de intereses en puntos suspensivos.