martes, 23 de junio de 2020

LA GRAMÁTICA ANTIFANTÁSTICA O LA EXPRESIÓN AMERICANA


1970: hace 50 años lo que rifaba era el estructuralismo y una manera de entender la comunicación era conforme a esa idea de descomponer todas las entidades que nos rodean en sus unidades mínimas. Pero dicho entendimiento con una finalidad  sistematizadora ya tenía serias impugnaciones y la contracultura, en términos sociológicos fue una de ellas.

El poeta y cineasta italiano Pier Paolo Pasolini era un fanático del futbol en general, y del Bologna en particular. Es famosa la anécdota del partido que junto con el equipo de la filmación de su testamento cinematográfico, Saló o los 120 días de Sodoma y Gomorra jugaron contra los del Novecento de Bernardo Bertolucci. Con pasión semejante que envidiaría cualquier tifosi, podemos imaginar la rabieta de Pasolini ante “las ineptitudes de la inepta cultura” (que diría López Velarde) en este caso del entrenador italiano Valcareggi quien no quiso salirse de lo que marca el guion, la tendencia que (¡horror de nuestros días!) es lo que predomina en el futbol contemporáneo.

Una vez pasada la efusión del momento tras la derrota de Italia (que en realidad, viendo este video se da uno cuenta de que no fue tan aplastante como el marcador lo revela y por momentos el resultado estuvo en un alambre), en tanto analista que también era, Pasolini pasó a redactar estas líneas en las que aporta una acabada teoría de la morfosintaxis futbolística con base en una gramática estructural, aunque quizás haya que recurrir a componentes de una teoría narratológica para explicarlo en términos que puedan aplicarse al análisis literario, y esas unidades narrativas verlas como unidades de sentido, o como definiciones de cultura literaria: la gramática antifantástica de Italia versus la expresión americana de Brasil (tomo la traducción del texto de Pasolini del portal https://www.mabuse.cl/texto_escogido.php?id=86465).

EL FUTBOL ES UN LENGUAJE CON SUS PROSISTAS Y SUS POETAS

“El fútbol es un sistema de signos, o sea, un lenguaje. Tiene todas las características fundamentales del lenguaje por excelencia, al que nosotros nos hemos remitido como término de comparación, esto es, el lenguaje escrito-hablado.

De hecho, las ‘palabras’ del lenguaje del fútbol se forman exactamente igual que las palabras del lenguaje escrito-hablado. Ahora bien, ¿cómo se forman estas últimas? Se forman a través de lo que se denomina ‘doble articulación’, o sea, a través de las infinitas combinaciones de los ‘fonemas’ que, en italiano, son las veintiuna letras del alfabeto.

Los ‘fonemas’, por tanto, son las ‘unidades mínimas’ de la lengua escrito-hablada. ¿Queremos divertirnos definiendo la unidad mínima de la lengua del fútbol? Veamos: ‘Un hombre que usa los pies para chutar un balón’ es la unidad mínima: el ‘podema’ (por continuar la broma). Las infinitas posibilidades de combinación de los ‘podemas’ forman las ‘palabras futbolísticas’ y el conjunto de las ‘palabras futbolísticas’ forma un discurso, regulado por auténticas normas sintácticas.

Los ‘podemas’ son veintidós (casi igual que los fonemas): las ‘palabras futbolísticas’ son potencialmente infinitas, porque infinitas son las posibilidades de combinación de los ‘podemas’ (en la práctica, los pases de balón entre jugador y jugador); la sintaxis se expresa en el ‘partido’, que es un auténtico discurso dramático.

Los codificadores de este lenguaje son los jugadores, nosotros, en las gradas, somos los descodificadores y, por lo tanto, compartimos un mismo código.
Quien no conoce el código del fútbol no entiende el ‘significado’ de sus palabras (los pases) ni el sentido de su discurso (un conjunto de pases).

No soy ni Roland Barthes ni Greimas, pero como aficionado, si quisiera, podría escribir un ensayo mucho más convincente que esta nota sobre la ‘lengua del fútbol’. Pienso, además, que se podría escribir también un bonito ensayo titulado Propp aplicado al fútbol: porque, naturalmente, como toda lengua, el fútbol tiene su momento puramente ‘instrumental’, rigurosa y abstractamente regulado por el código y su momento ‘expresivo’.

En efecto, toda lengua se articula en varias sublenguas, cada una de las cuales posee un subcódigo. Pues bien, en la lengua del fútbol se pueden hacer también distinciones de este tipo: el fútbol adquiere subcódigos desde el momento en que deja de ser puramente instrumental y se hace expresivo.

Puede haber un fútbol como lenguaje fundamentalmente prosístico y un fútbol como lenguaje fundamentalmente poético.

Para explicarme, pondré –anticipando las conclusiones- algunos ejemplos: Bulgarelli juega al fútbol en prosa: es un 'prosista realista'. Riva juega un fútbol poético: es un poeta 'realista'. Corso juega un fútbol poético, pero no es un 'poeta realista': es un poeta un poco maudit (maldito), extravagante. Rivera juega un fútbol en prosa: pero la suya es una prosa poética, de 'elzevir'.

Sin embargo, entendámonos, la literatura italiana, sobre todo la reciente, es la literatura de los 'elzevirios' elegantes y extremadamente estetizantes. Su fondo es casi siempre conservador y un poco provinciano... en fin, democristiano. Todos los lenguajes que se hablan en un país, incluso las jergas más arcanas, comparten un terreno común: la 'cultura' de ese país, su actualidad histórica".

LA FINAL QUE NO FUE

Como lo dice el único anotador por Italia en esa épica final, Boninsegna (https://elpais.com/deportes/2020-06-20/no-jugar-con-mazzola-y-rivera-juntos-fue-un-gran-error.html), Alemania en aquel entonces era más equipo que la squadra azzurra por lo que un golpe del destino hubiera arrojado una final entre dos estilos de lo más contrapuestos (hecho que habría de esperar 32 años y otra brillante generación del scratch du ouro de media cancha hacia adelante). O la precisión casi matemática de los teutones que cada 20 alzan la copa mundial (54, 74, les tocaba en 94, pero la ganaron en 90 y 2014).

Pasolini en esta segunda parte de su texto es enfático al calificar como "prosa estetizante" el estilo sino mecánico sí repetitivo de Italia, desprovisto de la improvisación brasileira. Para el poeta italiano se trata de algo semejante a lo que se ha llamado el espíritu de los pueblos, netamente una "expresión americana" como en términos literarios y culturales la denominó en 1957 el grandioso poeta cubano Lezama Lima en su ensayo de idéntico nombre. No me parece por tanto descabellado pensar dicho temperamento de honda elaboración artística que caracteriza, como bien lo dice Pasolini, al futbol latinoamericano: lo tuvo el Perú de los setentas y también se presentó en la selección colombiana de los noventas, además, claro, de haberse alojado en las piernas del enorme barrilete cósmico que vino a escribir su propia historia de grandeza en el mismo Estadio Azteca de hace 50 años: como Pelé, Maradona accedió al estatus de genio no por su capacidad físico atlética, sino por hacer lo impensable, lo realmente insólito.

Sin embargo hay que decirlo con todas sus letras: esa magia se puede encarnar en estas tierras en cualquier momento y con cualquier petiso (Ronaldinho y Messi han sido sus últimos destellos), pero se ha ido diluyendo (la técnica, el talento y la inspiración han cedido cada vez su lugar a la velocidad, la fuerza y la estrategia: es trágico que este bello juego se esté volviendo más físico, más mecánico, más europeizante y menos latinoamericano). Por eso a 50 años de distancia hay que recordar que nunca como entonces la magia de la que habla Pier Paolo, pudo cristalizarse de forma más contundente.

Así remata su texto Pasolini (los esquemas con los que explica estos dos estilos los presento como imágenes anexas... Es interesante a través de ellas constatar cómo coloca los disparos de los brasileños en una gráfica que, mirando el video del partido, refleja muy bien lo sucedido al final del primer tiempo y durante el inicio del segundo cuando el marcador iba empatado, lapso en que la portería italiana sufrió un verdadero asedio de la artillería carioca):

"Por razones de cultura y de historia, el fútbol de algunos pueblos es fundamentalmente prosaico: prosa realista o prosa estetizante (este último es el caso de Italia), mientras que el fútbol de otros pueblos es fundamentalmente poético.

En el fútbol hay momentos que son exclusivamente poéticos: los momentos del 'gol'. Cada gol es siempre una invención, es siempre una perturbación del código: todo gol es 'ineluctabilidad', fulguración, estupor, irreversibilidad. Precisamente como la palabra poética. El máximo goleador de un campeonato es siempre el mejor poeta del año. En este momento lo es Savoldi. El fútbol que expresa más goles es el fútbol más poético.

También el regate es de suyo poético (aunque no 'siempre' como la acción del gol). De hecho, el sueño de todo jugador (que todo espectador comparte) es arrancar del centro del campo, driblar a todos y marcar. Si, dentro de los límites permitidos, cabe imaginar algo sublime en el fútbol es precisamente esto. Pero no sucede jamás. Es un sueño (que sólo he visto realizar en Maghi del Pallone, de Franco Franchi, que, aunque sea a un nivel rústico, ha conseguido resultar perfectamente onírico).

¿Quiénes son los mejores regateadores del mundo y los mejores goleadores? Los brasileños. Por lo tanto, su fútbol es un fútbol poético: de hecho, en él todo está basado en el regate y en el gol.

El catenaccio y la triangulación (que Brera llama geometría) es un fútbol de prosa: se basa en la sintaxis, en el juego colectivo y organizado, esto es, en la ejecución razonada del código. Su único momento poético es el contraataque que culmina en un 'gol' (que, como hemos visto, no puede más que ser poético). En definitiva, el momento poético del fútbol parece ser (como siempre) el momento individualista (regate y gol; o pase inspirado).

El fútbol en prosa es el del sistema (el fútbol europeo): su esquema es el siguiente:


El 'gol' se encomienda a la 'conclusión' de la que, a ser posible, se encarga un 'poeta realista' como Riva, pero debe derivar de una organización de juego colectivo, basado en una serie de pases 'geométricos' ejecutados según las reglas del código (Rivera en esto es perfecto; a Brera no le gusta porque se trata de una perfección un poco estetizante y no realista, como ocurre con los centrocampistas ingleses o alemanes). El fútbol poético es el del fútbol latinoamericano.


La realización de este esquema requiere una capacidad monstruosa de driblar (algo que en Europa se repudia en nombre de la 'prosa colectiva') y cualquiera puede inventar el gol desde cualquier posición. El regate y el gol son los momentos individualistas-poéticos del fútbol; por eso el fútbol brasileño es un fútbol de poesía. Sin hacer juicios de valor, en un sentido puramente técnico, en México la poesía brasileña ha ganado a la prosa estetizante italiana".