domingo, 13 de agosto de 2023

OPPENHEIMER DE NOLAN Y EL ANGELUS NOVUS DE BENJAMIN


Desde hace 3 semanas que vi esta obra maestra de Nolan, no había podido reseñar Oppenheimer (una ventaja de ello es que así no habré de espoileárselas). El regreso de Christopher Nolan a los sets cinematográficos ha resultado inmejorable en virtud de la riqueza de matices y de la psicología casi contradictoria del personaje en cuestión al que se aproxima. Podría decirse así: si la bomba atómica fue el parteaguas de toda una era, probablemente el XX sea entonces el siglo de J. Robert Oppenheimer.

El exitoso estallido de Trinity constituye el epicentro de la historia personal de dicho personaje y lo es también de una serie de situaciones convulsas durante el siglo XX. Su pasado ligado al comunismo, lo mismo que sus intereses en las apuestas artísticas y literarias de vanguardia e incluso los mismos amoríos que sostiene con Jean Tatlock, incluido el suicidio de ésta, implican una fuerte dosis existencialista a la trama. Posterior a la masacre de Hiroshima y Nagasaki, el acomodo ante la opinión política y pública, una especie de sálvese quien pueda en la que pareciera también estar inmerso el consejo que le da Einstein (y en el reclamo de su esposa Kitty para que se defienda de sus acusadores) aportan la nota dominante.
Ante tal panorama la pregunta es inevitable: ¿era eso a lo que aspiraba no solo él sino el grupo de científicos que se encerraron casi a piedra y lodo para sacar a como dé lugar la bomba que acabara con esa y todas las guerras del mundo? Casi podría ser ingenua semejante conjetura, si bien tenemos la ventaja de haber visto, literalmente, la película completa y eso vuelve un tanto injusta nuestra valoración. En todo caso me atrevo a suponer, preguntar, en un cruce de referencias imposible de verificar, pero que sí pudo ser factible, si Oppenheimer no habría leído las Tesis sobre la filosofía de la historia de Walter Benjamin, el opúsculo en el que el filósofo alemán hace protagonista al cuadro de Paul Klee. En la escena de Nolan durante el estallido de Trinity lo que apreciamos es el fulgor amarillo que invade a los espectadores del histórico suceso, apertrechados para resistir el impacto, con sus rostros untados de los vestigios de un futuro aterrorizante como el que describe Benjamin, apoyado en la pintura de Klee (me permito reproducir la cita completa al respecto):
“Hay un cuadro de Paul Klee llamado Angelus Novus. En este cuadro se representa a un ángel que parece a punto de alejarse de algo a lo que mira fijamente. Los ojos se le ven desorbitados, tiene la boca abierta y además las alas desplegadas. Pues este aspecto deberá tener el ángel de la historia. Él ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde ante nosotros aparece una cadena de datos, él ve una única catástrofe que amontona incansablemente ruina tras ruina y se las va arrojando a los pies. Bien le gustaría detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destrozado. Pero, soplando desde el Paraíso, una tempestad se enreda en sus alas, y es tan fuerte que el ángel no puede cerrarlas. Esta tempestad lo empuja incontenible hacia el futuro, al cual vuelve la espalda mientras el cúmulo de ruinas ante él va creciendo hasta el cielo. Lo que llamamos progreso es justamente esta tempestad”.
En mi particular perspectiva, la bomba Trinity bien podría haberse llamado “Ángelus novus”.
Hace unos momentos he visto una entrevista con Paz Alicia García Diego argumentando la necesidad de juzgar, incluso con dureza, a aquellos guerrilleros que eran capaces de enviar a una niña de 14 años con una bomba para hacer estallar (junto con la niña) la casa en la que habitan los execrables enemigos de la causa, una causa casi sagrada. La cineasta se pregunta: ¿quién será más execrable? ¿Cambia el paradigma si se argumenta lo necesario de lanzar contra civiles una bomba genocida de uranio sobre Hiroshima y una de plutonio sobre Nagasaki para acabar con el derramamiento de sangre de la Segunda Guerra Mundial?
Hay que ver Oppenheimer para entender mejor Tenet, de 2020, la cual gira justo en la misión de evitar la Tercera Guerra Mundial. Dicho filme plantea el reto de detener desde el pasado, un proyectil lanzado en el futuro: en uno de los diálogos del protagonista, se menciona al proyecto Manhattan y a la ecuación de Edward Teller respecto a si el estallido de la bomba atómica incendiaria la atmósfera provocando una reacción en cadena. Tal dilema llevó a la famosa visita que le hiciera Oppenheimer a Einstein, consulta que no despejó las dudas de Oppie, quien decidió seguir adelante por una cuestión de probabilidades, pues el cálculo de Teller indicaba que esa probabilidad de estallido planetario era casi nula. Ese "casi nula" rubrica cómo desde hace décadas la ciencia también es especulativa y dejó de moverse con base en datos precisos y la humanidad ha continuado sus pasos a partir de unas probabilidades favorables para ello. Pero uno tiene derecho a preguntarse, ¿y si no hubieran sido así de favorables?
Esa posibilidad "casi nula" es suficiente para pasar todas estas semanas en vela, sin poder conciliar el sueño. Hay que decirlo, pues, con todas sus letras: señoras y señores, en realidad desde 1945 a la fecha la humanidad ha estado viviendo horas extras…