martes, 14 de octubre de 2008

De la caída del Muro de Berlín a la caída (enésima) de la Calle del Muro

No se tiene idea precisa de hacia dónde empujen los vientos o el huracán que desaten la caída estrepitosa del sistema capitalista mundial. El camino sesgado de la historia moderna se ha sustentado en los valores económicos antes que en los estrictamente políticos, desplazando ambos, en un segundo término, a los ideológicos y morales. Sin embargo la moraleja del asunto apunta a que, al menos en algo, Marx tenía razón: el mundo financiero no debe autorregularse sin la intervención estatal. En esta semana, cuando el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos reconoció que en gran parte el problema se originó por esta causa, implícitamente hubo un reconocimiento de la ideología socialista en su vertiente económica, la cual que se prescribió durante tantos años, más aún después de la caída del Muro de Berlín. Una sentencia budista dice que el llegar a los extremos es lo que permite reconocer el camino medio. Vivir en la inmediatez, en la satisfacción del requerimiento elemental, nos hace recordar que con buenas intenciones se pavimenta el sendero hacia el infierno bursátil. Al fin y al cabo el dinero se hizo para cambiar de manos y quien busca retenerlo en las mismas está obrando en contra de la propia naturaleza del libre mercado.

Pero lo cierto es que frente a este panorama tan complejo, poco se puede esperar de la camorra gansteril que dirige actualmente los destinos del país, cuya incapacidad supina ha quedado de manifiesto en reiteradas ocasiones. En su nota del domingo pasado en el diario Milenio, Álvaro Cueva ponderaba el mediático mensaje lanzado a la nación el 9 de octubre por parte de Felife Calderón... Más allá de la maquiavélica pretención de serenar las aguas para que muramos de la caída y no de una despavorida fuga, lo que el analista no pudo pasar por alto es que el susodicho personaje prometió las perlas de la virgen cuando la misma gente que comanda los países del primer mundo están que se orinan de miedo. Podrá tener todo el histriónico aplomo para transmitir un mensaje de seguridad en sí mismo "y en el destino de nuestro país", pero de lo que sí estoy seguro es que si con los problemas internos que implican no poder combatir la ola de secuestros, las vendettas del narcotráfico y los atentados terroristas, mucho menos se puede comprometer a una estabilidad económica de la nación cuando (así sea por tratarse de un problema de carácter global) se trata de un asunto que, por mucho, está fuera del alcance de sus manos (y si de voluntad interna hablamos, todavía haría falta capacidad e intención de buscar el bien nacional).

Decía pues que no se sabe hacia dónde soplarán los vientos, a pesar de pertenecer a una generación curtida por el dólar a 12.50 echeverrista, la defensa portillista del peso como un perro, la caída del sistema delamadridista y el salinista error decembrino (y esto es apenas parte de esa tendencia cuesta abajo que se presentó curiosamente cuando la brillante camada tecnócrata empezó a manejar eso de que el estado debía mantenerse al margen del manejo de la economía), todos eventos nefastos resueltos de la peor manera posible. Parecerá verdad de Perogrullo pero los hechos le dan también la razón al Peje, quien desde la campaña electoral de 2006 ya anticipaba el actual declive mundial. La cara del futuro se nos ha modificado drásticamente y, sea bien o mal, este asunto a la larga habrá de solucionarse. Pero conforme a lo demostrado por los actuales gobernantes de México, quienes continúan bajo otros colores los preceptos del libre mercado, el pronóstico resulta todas luces negativo. Por lo tanto, aunque yo así lo quisiera, éste no puede ser un mensaje para documentar nuestro optimismo...