sábado, 6 de noviembre de 2010

Poeta y campesino. Centenario de Miguel Hernández


A la memoria de mi primo Alfonso Arellano,
llevado a la gracia de Dios el pasado día de muertos

               Yo quiero ser llorando el hortelano 
               de la tierra que ocupas y estercolas, 
               compañero del alma, tan temprano.

Sucede que con fecha del 31 de octubre de 1910, en la población de Orihuela, vio la luz primera en el mundo el poeta y campesino por antonomasia: Miguel Hernández. A pesar de su corta vida y por ser más corto el espacio que utilizo para referirme a él, voy a obviar su circunstancia biográfica, fatalmente ligada a la guerra civil española, para centrarme en su legado poético. La primera estrofa del poema dedicado a la muerte de su amigo Ramón Sijé creo resulta ilustrativa a fin de establecer grosso modo, las dimensiones líricas de este poeta.

Como obertura, un juicio lapidario: en esencia la poesía es música y difícilmente habrá un poeta en castellano que iguale a Hernández en cuanto a la tonalidad diversa y sonora, y asimismo posea una amplitud de registros que tanto en el ritmo como en el ejercicio bucal y lingual al enunciar sus versos genere estímulos propiamente orgánicos. Si hablamos del formato poético, los méritos se agrandan: no creo exista en el siglo XX en el mundo de habla hispana otro poema en tercetos, metro glorioso por haber sido el vaso en que se virtió la Divina Comedia, que en calidad se equipare a éste de Miguel Hernández. Elegía, de acuerdo a su tema funerario, su primer verso da al traste con ese tipo de restricciones (que a veces más que ser parte del adiestramiento parecen ser castraciones) que abundan en los talleres literarios acerca de proscribir los gerundios en la escritura creativa. Cito otro ejemplo altamente ilustre del poeta de Orihuela:

                  Eludiendo por eso el mal presagio
                  de que ni en ti siquiera habré seguro,
                  voy entre pena y pena sonrïendo.

Otro detalle de la maestría de Hernández radica en su asimilación de recursos provenientes del barroco. Sin necesidad de remitirnos a Perito en lunas (1933), su libro mejor trabajado dentro de esta vertiente, el recurso del hipérbaton da entrada a una expresión anómala en el caso de la frase adverbial "tan temprano", si no fuera porque la musicalidad del verso (no es gratuito varios de sus poemas hayan sido constantemente musicalizados, como es el caso de "Para la libertad", "Elegía", "El niño yuntero", "Menos tu vientre", "Nanas de la cebolla" y otros) la refrenda. El sentido lato del enunciado estaría orientado a sostener que el reclamo se produce a esa tierra que "estercolas tan temprano". Pero aunque apareciera más suelta esta frase, alejada del verbo al que adjetiva, no pierde su efectividad acústica con la conexión anfibológica de decir "tan temprano" se es o se fue "compañero del alma".

La revaloración del barroco es una peculiaridad que la crítica especializada le ha reconocido a los miembros de la generación del 27 --la llamada generación de plata--, pero sin restarles méritos (es más: considero que el interés en Góngora que ellos despertaron promovió una apertura hacia la herencia de los Siglo de Oro en este periodo en específico de la poesía española de la que el poeta oriolano será deudor), Miguel Hernández rivaliza seriamente con cualquiera de ellos en cuanto a viveza e intensidad en la recuperación de esta época dorada de la lírica en lengua hispana, al cultivar lo mismo octavas reales, seguidillas, décimas, canciones, silvas, estrofas sáficas, nanas y por supuesto romances y sonetos. Me atrevería a sostener incluso que Hernández es prácticamente un viajero en el tiempo, un trasplantado a la altura de Quevedo, Góngora, Lope, Garcilaso o Herrera por la viveza e intensidad de su escritura, amén de la variedad temática y estrófica, todo ello si no fuera porque precisamente dentro de  esta baraja de opciones lo prolífico de su pluma lo llevó a sumar a la alforja de su estro poético el verso alejandrino, haciendo de este poeta un par auténtico del Neruda consagrado en 20 poemas de amor y una canción desesperada. Como muestra apenas un botón:

                  Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío:
                  claridad absoluta, transparencia redonda,
                  limpidez cuya entraña, como el fondo del río,
                  con el tiempo se afirma, con la sangre se ahonda.

                  ¿Qué lucientes materias duraderas te han hecho,
                  corazón de alborada, carnación matutina?
                  Yo no quiero más día que el que exhala tu pecho.
                  Tu sangre es la mañana que jamás se termina.

                  No hay más luz que tu cuerpo, no hay más sol: todo ocaso.
                  Yo no veo las cosas a otra luz que tu frente.
                  La otra luz es fantasma, nada más, de tu paso.
                  Tu insondable mirada nunca gira al poniente.

Por si fuera poco, no me despido sin dejar constancia de que, lunófilo de prosapia, Miguel Hernández, como parte de una elemental justicia poética, será el primer poeta en lengua española cuya voz llegue a la luna. Será fácil saber cuándo ocurrirá eso: cuando en 2011 los telescopios puedan dar fe de que la noche entera la luna ha ardido como una brasa que le dio cabida a toda una hoguera...