domingo, 14 de diciembre de 2008

Triste futbol...


La emoción sustituyó a la calidad y una escuadra bien dirigida hizo lo suficiente para proclamarse campeona del torneo de futbol nacional, galardón que desde su primer episodio parecía decidido, pero ni a fuerza de corazón el Cruz Azul pudo desprenderse del estigma que pesa sobre los llamados equipos "grandes": Guadalajara, América y Pumas, junto con los mencionados cementeros. Estado de transición, o de franca crisis, la desorganización directiva, la premura por obtener resultados, la mediatización de algunas cuantas figuras, así como la mediocre actitud de algunos jugadores han evidenciado en esta liguilla una situación más propia de un melodrama en razón de que, si no es por la lesión de César Villaluz o la displicencia toluqueña para permitir que les empataran, sólo la repatriación de Cuauhtémoc Blanco pudo agregar un incentivo a esta competencia en su etapa final. Crisis que afecta inclusive al paupérrimo desempeño de la escuadra nacional, que hace unas semanas corrió serio peligro de no acceder a la etapa definitiva del selectivo rumbo a Sudáfrica 2010.

No obstante, como en todo, visualizar la situación desde otra arista puede ayudar, no a ver las cosas de manera optimista, sino a precisar que todo esto no es sino parte de un desarrollo habitual de nuestro futbol. Si comparamos con la hegemonía que los equipos verdaderamente potentes de sus regiones poseen, habría que decir que, dentro del continente americano, el nivel de Boca o de River radica en que entre ambos equipos acaparan casi el 50% del total de los campeonatos disputados en Argentina. En España, el Real Madrid tiene casi el 30 por ciento de los títulos, en Inglaterra este galardón corresponde al Manchester United, y en Alemania sucede otro tanto con el Bayern München. En nuestro Mexiquito (futbolísticamente hablando, pues a pesar de los crasos errores arbitrales, el desempeño de los nazarenos sigue siendo superior al de la mayoría de los jugadores profesionales de la actualidad) las "súper" Chivas, el equipo en activo más ganador (según esto) habiendo recién llegado al campeonato 100 acumula la fabulosa cantidad de 11 coronas, que junto con las 14 del América apenas alcanzan el 25% del total (en estas cifras el atento lector notará una incongruencia matemática: cosa sumamente natural si se trata de algo organizado por la FMF).

Es cierto que habrá quien vea en esto una posible democratización del torneo local, y ante la situación de ver a los llamados grandes acumular subcampeonatos, como últimamente ha dobleteado Cruz Azul, y antes que ellos Pumas y América (si bien dentro de los torneos cortos el saldo de Pumas, Chivas y América es ligeramente positivo debido a que han obtenido dos campeonatos contra un subcampeonato), parecería que estamos presenciando un cambio generacional a favor del Pachuca (campeón de la Sudamericana, además), Santos Laguna y, por supuesto, del Toluca, del mismo modo como en la década de los setentas y ochentas América, Cruz Azul y Pumas fueron el relevo de los equipos tapatíos Chivas y Oro, de los capitalinos Necaxa y Atlante y de los de tierra adentro como León, Veracruz y Zacatepec, que sustituyeron a los de origen hispano Asturias y sobre todo el España, los cuales ocuparon la escena que antes que ellos dominaron el British Club o el México Cricket, de origen más o menos foráneo, junto con los nacionales Pachuca o el mismo América. Sin embargo el punto queda en el aire: me resulta difícil no asociar la grandeza de un sistema de competencia futbolística que no se sustente en una auténtica grandeza por parte de sus equipos más importantes, y ésta, al hacer el saldo del centenario de torneos en nuestro país, es realmente inexistente.