sábado, 10 de octubre de 2009

Estancias potosinas...


Algo se está moviendo, algo se ha estado moviendo en zonas del Altiplano, concretamente en medio del valle donde se erige la llamada Roma mexicana por estar rodeada de 7 colinas: San Luis Potosí.

Quienes me conocen sabrán que esta ciudad, desde niño, fue mi terruño adoptivo, y entre más fue pasando el tiempo dicha condición se vino arraigando. En esta ocasión, más allá del ámbito íntimo y familiar, tengo que dar cuenta de mi reciente estancia en San Luis Real del Potosí también en términos públicos. No sólo por la invitación que el actual coordinador de la Licenciatura en Lengua y Literatura Latinoamericanas, Daniel Zavala, me hizo para impartir un curso sobre Contemporáneos, sino por el encuentro-reencuentro de esas motivaciones que llevan a uno a acendrar ciertos afectos.

Afecto 1) El camino es largo todavía, pero ya se echó a andar la mencionada licenciatura dentro de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, saldando así una cuenta que venía de muy atrás, ésa que refrendaría la estatura de escritores de esta entidad como Manuel Calvillo, Héctor Raúl Almanza, Raquel Banda Farfán, Luis Alveláis Pozos, Antonio Castro Leal, Jesús Goytortúa, Jorge Piñó Sandoval, Jorge Ferretis, Joaquín Antonio Peñalosa y Félix Dauajare, entre otros nombres, o de publicaciones como La ilustración potosina y Letras potosinas, en su momento referentes literarios no sólo en la región, sino a nivel nacional. En función de esto resultaba inexplicable que en la zona tuviera uno que remitirse a Zacatecas o a Guanajuato para hallar una licenciatura dedicada a estudiar el fenómeno literario. Enhorabuena y, a nivel personal, en lo que pueda contribuir para consolidar este proyecto estaré siempre en la mejor disposición.

Afecto 2) Acabado el curso se imponía la necesidad del festejo y al quite llegaron mis naturalizados amigos Angélica Cortázar y Óscar Montero, quienes me convidaron a la presentación que el día 9 efectuó el maestro Carlos Arellano, y en dicha sesión (donde además pude aunque fuera brevemente, saludar al maestro Armando Adame) se oficializó mi presencia en el programa sabatino Cuarto de guerra, compartido casi al alimón con el cantor rupestre. A diferencia de experiencias anteriores debo reconocer que me sentí sumamente cómodo y la orientación tradicional del programa (denuncia política y policial) acabó en un tono amable, apenas lo que se desearía para la hora del café. Quizás lo más agradable haya sido que pude mencionar a aquellas personas que junto con Óscar y Angélica, me han hecho ahondar en esta predilección potosina así como hacer referencia a aquellos poemas que con el nombre de Estancias evidencian mi paso por esas tierras. Ah, y que el tono de denuncia se mantenga: nunca como ahora nos hace tanta falta.

Afecto 3) Hablando de denuncias, a nivel personal tenía el pendiente de conocer el Cerro de San Pedro, primer asentamiento de los conquistadores españoles que se fundó exactamente 100 años después de la llegada de Cristóbal Colón. No está demás mencionar que el destino ha venido trazando una ruta vital ligada a la tradición minera en nuestro país: mi abuela paterna nació en la región limítrofe entre El Oro (Estado de México) y Tlalpujahua (Michoacán), y ahí fue a dar mi abuelo que trabajó en las minas de plata de Real del Monte (donde nacieron mi padre y todos mis tíos). A este respecto sería bueno recordar que el asentamiento potosino en este sitio se debió a que en un primer momento las expectativas de los españoles se dispararon a grado tal de comparar la producción de San Pedro con la del Potosí boliviano (de ahí el nombre). Ahora es casi un pueblo deshabitado que se llena de turistas los domingos cuando los efectos de los químicos que arroja al aire libre la Minera San Xavier, de origen canadiense, no se hacen sentir tan agudamente. Una de tantas contradicciones de México ha sido, y al parecer lo seguirá siendo un buen rato, el perverso aprovechamiento de los mismos en beneficio de manos extranjeras. El trueque de los espejitos a cambio de oro...