domingo, 6 de octubre de 2019

APOLOGÍA DE LOS SESENTAS


Curiosamente el término "apologize" tiene otro sentido en inglés, pero yo me supedito al que corresponde al castellano para decir que el cenit de esta década fue en 1969, en seis meses que van del 8 de febrero al 8 de agosto de ese año, y lo que hace Tarantino es mostrar, como si de un recorte del periódico se tratara, un trozo visto desde el ojo del glamur en que incluso la vida frívola de Beverly Hills tenía un sentido estético. En un panorama de conjunto, su cinematografía pues podrá tener altas y bajas pero nunca me decepciona. Once upon a time un Hollywood es lo que promete y un poco más: un sueño de California, que es también un sueño de opio, un sueño ácido, en suma un sueño de una noche de verano en que el jugo que Puck vierte en los ojos es el mismo que en la pantalla nos lleva a darle crédito a lo que vemos. Y en esta ocasión, casi a modo de testamento Tarantino realiza lo que habían sido guiños en sus otras filmaciones, una obra metacinematográfica en la que Brad Pitt actúa de Brad Pitt (especialmente evocando a El club de la pelea en algunos pasajes de ídem), Al Pacino de representante y productor como aquellos con quienes convive, Kurt Russell de agente de dobles, mientras que Leonardo Di Caprio exhibe varios registros en uno de los cuales interpreta a sí mismo y en el que Margot Robbie actúa de Margot Robbie, de Sharon Tate y del mismo Tarantino, quien como lo hace la actriz al observar su propia actuación, seguramente disfruta de ver sus películas con los pies descalzos subido en el respaldo del asiento de enfrente.
El cine es quizás el arte más completo de nuestro tiempo porque reúne varias artes como sucede aquí con un guion en que el director vuelve a poner sobre la mesa sus neurosis obsesivas, asediando asiduos referentes (el western, las rebobinaciones en pedazos de la historia, los gags cómicos), y con las respectivas interpretaciones pulcras, aunadas a un discurso musical de tremenda fuerza (nada que ver con los pedestres productos musicales de la actualidad) como telón de fondo para una recreación al estilo “y qué pasaría si..." que en la didáctica de la literatura ha planteado Gianni Rodari desde hace varios años. Las obras de arte no son un registro histórico y si bien hay una recreación de la década de los sueños, casi una edad de oro que busca recuperar el sentido de hermandad que propusiera Friedrich Schiller en su "Oda a la alegría", al tergiversar los hechos Tarantino nos ofrece una realidad alterna, una en la que al final de cuentas los actores de carne y hueso, de quienes existe un pleno registro de que existieron, terminan convirtiéndose, como Jake Cahill y Cliff Both, en personajes de ficción. Quizás la única objeción es que ese espíritu de igualdad y armonía, casi filantrópico queda asentado en la casta privilegiada, mientras que sus representantes originales son una caterva de enajenados asesinos y en esta parte el resultado es tanto autocomplaciente. Las cosas no parecen lo que son.
Más saben pues, los outsiders por vivales que por sabios: a pesar de ser una película de época los planos temporales se sobreponen, la contracultura es la otra cultura y en el fondo todo es un western, una Kill Bill o un Django en que un mundo se replica: los hippies son una comuna que se aprovechan de un viejo ciego contador de historias fílmicas (Homero decadente y secuestrado que no se da cuenta que lo está). Todo mundo necesita su doble dice en uno de los diálogos: los actores rivalizan trayectorias como si de un duelo se tratara, Rick Dalton es Cliff, la hermandad de los hippies se corresponde a la logia de los actores del círculo de Tate y Polanski, Jim Morrison y The Doors pueden ser escuchados a la par que Paul & The Reveres y California es parte del territorio estadounidense a la vez que mantiene y actualiza su sello mexicano.
Tarantino nos cambia la fórmula aristotélica de contar lo que pudo haber ocurrido por algo que sería lo que debió haber ocurrido: por eso quizás esta entrega fílmica ostenta como título la forma con que comienzan los cuentos de hadas pues Hollywood se rescata a sí mismo. 8 de febrero de 1969, el mundo está a punto de venírsele abajo a Cahill ya que su carrera va en franco declive y el destino de Sharon Tate parecer haberse sellado cuando Charlie Manson comienza a rondar su casa. El giro del tiempo sufre una vuelta de tuerca seis meses después y Cahill logra salir ileso de un ataque a su casa, amigándose con Tate quien seguirá su vida y su trayectoria y hasta el mismo Polanski pudiera ser que a estas alturas ni siquiera estuviera perseguido por la justicia gringa, todo quizás debido al cambio de acetato puesto en el tocadiscos esa noche. Es curioso, pero de aquel trágico episodio (literalmente re-creado), Polanski y Manson son los únicos sobrevivientes 50 años después y es viable pensar que si Tarantino hiciera un segundo volumen de esta historia bien podría titularlo “El bebé de Sharon Tate”, protagonizado por los dobles de Polanski y Manson, porque la moraleja se sostiene y todo mundo (el mundo mismo) necesita un doble: yo, por ejemplo, sigo buscando al mío. De esas cosas cuyo acaecer puede desencadenarse (como pude constatarlo al ir a la hemeroteca a revisar las noticias de aquel día del último año de la década de los sesentas) a partir de una noche de temperatura infernal en que mi madre tuvo a bien parirme.

martes, 21 de mayo de 2019

LAS PALABRAS DE LA TRIBU




A AJCH

1. Equidistancias


Martes 21 de mayo, 2019…


Por una cuestión de equidistancias espacio-temporales este día se halla en el cenit del deceso hace 10 años (17 de mayo de 2009) de Mario Benedetti y hace 100 (24 de mayo de 1919) de Amado Nervo. Si fuese un tanto forzado unir las fechas luctuosas de ambos poetas, el nexo puede ser más significativo si recordamos que hace un siglo las exequias de Nervo partieron precisamente de Montevideo, donde el poeta nayarita fungía como embajador del gobierno carrancista y al cual le vino de perlas la fastuosidad con la que todo el continente (se dicen que más de 300 mil personas lloraron al poeta) rindió honores a su féretro, luego del vil asesinato del caudillo suriano, Emiliano Zapata, por aquello de la buena imagen internacional. Más de seis meses duró el periplo de su cadáver (el del poeta) y arribaría a Veracruz para ser enterrado en la Rotonda de los Hombres Ilustres.


Concitar a las masas convirtió al cortejo fúnebre en todo un acontecimiento mediático: Nervo era leído y venerado. 11 años después vino a este mundo, precisamente de tierras uruguayas la figura de Mario Benedetti y entonces cobra sentido el modo como la hora y el sitio guardan sus proporciones justas. Será difícil hallar tras de su muerte a algún poeta en lengua española conocido y venerado por las masas, hecho que certifico en carne propia porque fui uno de los incautos que trató de ingresar al recital que el poeta uruguayo dio en Bellas Artes, insuficiente a todas luces para darle cabida a todos los interesados esa noche mágica (quizás por lluviosa, no sé) del 9 de octubre 1997 en ir a escucharle, cosa que logré hacer alcanzando a sentarme en una escalera del vestíbulo.


Así pues las efemérides sobrevienen y una manera comparativa de calibrar el empuje de la escritura poética tanto de Nervo como de Benedetti, consiste en verla reflejada en la lírica popular masiva, la de poemas suyos musicalizados. A Benedetti, cantores como Nacha Guevara (epítome es su versión a “Te quiero”), Tania Libertad, Willie Colón y hasta Joan Manoel Serrat (“Papel mojado” le quedó sublime) le han hecho los honores. En el caso de Nervo baste recordar la interpretación a ese excelso poema “El día que me quieras” que realizó Jorge Negrete (quien también grabó "Gratia plena" en un arreglo que ineludiblemente evoca la "Estrellita" de Manuel M. Ponce), versión que quizás podría marcarse como uno de los puntales (si no es la pieza que lo inaugura) del bolero ranchero. Asimismo, aunque sea del dominio público y por la honda huella dejada entre la clase letrada rioplatense (Borges mantuvo una opinión elevada de la escritura de Nervo) y la popular, el mismo Gardel (cuya nacionalidad sigue en disputa en los dos lados del Río de la Plata) y Lepera tuvieron a bien inspirarse en este poema para componer el tango de idéntico título y de lírica muy modernista (cantada incluso en fechas recientes por Luis Miguel).


2. La clase


Durante mis estudios de maestría, el maestro Vicente Quirarte nos aplicó dentro de su curso un ejercicio comparativo entre un poema de raigambre modernista (omitiré mencionar cuál) y éste, “Vieja llave” de Amado Nervo. La medición del gusto no fue tan del gusto de mi admirado maestro, porque donde esperaba una votación totalmente favorable al espíritu de una época preciosista no le quedó más que reconocer un incuestionable empate de pareceres. ¿Cómo es posible que un poema tan poco efectista haya sido de nuestro agrado (el mío incluido)? Someto a su consideración dicha composición:


VIEJA LLAVE

Esta llave cincelada
que en un tiempo fue, colgada,
(del estrado a la cancela,
de la despensa al granero)
del llavero
de la abuela,
y en continuo repicar
inundaba de rumores
los vetustos corredores;
esta llave cincelada,
si no cierra ni abre nada,
¿para qué la he de guardar?.
[…]
Pobre llave sin fortuna
…y sin dientes, como una
vieja boca; si en mi hogar
ya no cierras ni abres nada,
pobre llave desdentada,
¿para qué te he de guardar?
*
Sin embargo, tú sabías
de las glorias de otros días:
del mantón de seda fina
que nos trajo de la China
la gallarda, la ligera
española nao fiera.
Tú sabías de tibores
donde pájaros y flores
confundían sus colores;
tú, de lacas, de marfiles
y de perfumes sutiles
de otros tiempos; tu cautela
conservaba la canela,
el cacao, la vainilla,
la süave mantequilla,
los grandes quesos frescales
y la miel de los panales,
tentación del paladar;
mas si hoy, abandonada,
ya no cierras ni abres nada,
pobre llave desdentada,
¿para que te he de guardar?
*
Tu torcida arquitectura
es la misma del portal
de mi antigua casa obscura
(que en un día de premura
fue preciso vender mal).
Es la misma de la ufana
y luminosa ventana
donde Inés, mi prima, y yo
nos dijimos tantas cosas
en las tardes misteriosas
del buen tiempo que pasó…
Me recuerdas mi morada,
me retratas mi solar;
mas si hoy, abandonada,
ya no cierras ni abres nada,
pobre llave desdentada,
¿para que te he de guardar?

Las virtudes de este poema no están en el efectismo de una tendencia poética, ni en la innovación formal. Sin ubicar al autor hasta podría pensarse que se trata de una composición de otro país y de otro tiempo por su coloquialismo libre del espíritu de una época. Esa intemporalidad es parte de su virtud por un lado, y por el otro la sencillez expresiva centrada en un objeto cotidiano. Las rubias margaritas han cedido su lugar a una recreación de tonos apagados, como una naturaleza muerta con la cual el yo lírico manifiesta una equivalencia. De acuerdo a una lectura que me atrevería a llamar fenomenológica, la llave rebasa la simplicidad objetual para volverse un símbolo: lo que abre no es el ropero sino la rememoración de otro tiempo, con lo cual la lección de Baudelaire queda demostrada. El ambiente es íntimo y si se quiere tristón, pero la memoria recupera parte de lo perdido, ese mundo provinciano que años después sería colocado en primer plano por López Velarde. Se trata pues de un poema que opera de enclave entre el expresionismo simbolista y el posmodernismo.


Enfocado en el mismo objeto, viene aquí el poema de Benedetti:



LLAVE OSCURA

La paloma que llega
del futuro y la duda 
no me trajo perdones 
sólo una llave oscura
¿será llave de éxito
o de urna?
¿llave maestra?
¿llave alumna?
¿llave de calabozo?
¿garfio? ¿ganzúa?
la llave del futuro
¿abre? ¿clausura?
la llave del futuro
y de la duda.

Aparte del jugueteo musical, al que contribuye el hecho de que ambos poemas están escritos en un versos de arte menor (octosílabos de rima consonante el de Nervo, heptasílabos asonantes en el caso de Benedetti, con engañosos pies quebrados porque unidos al anterior forman un endecasílabo) conforme a un posicionamiento de cercanías y distancias se marca un temple de ánimo muy semejante, porque la noción de añoranza predomina, y porque la duda existencial (y un valor simbólico semejante) se mantiene al no saber si la llave en cuestión sirve para abrir o cerrar: lo incierto ligado así al concepto de oscuridad. Sin embargo la flecha del tiempo apunta no al pasado como en el poema de Nervo, sino al futuro, como explícitamente lo enuncia; y es esa vuelta del futuro lo que comienza a prefigurar un rasgo oscuro, claroscuro si pensamos que la emisaria es una paloma. En suma, si se puede calificar la escritura de Benedetti como complaciente, será a partir de poemas en los que no estará incluido éste.

3. El facilismo de marras


El propagado desdén de la llamada crítica especializada hacia la poesía tanto de Benedetti como de Nervo me parece que estriba en la impresión que da de vaciar todo su mensaje a las primeras de cambio. “Se entregan fácil”, diríase. Sin embargo creo que ese calificativo debería replantearse en función de un análisis más detallado como el aquí expuesto. Quizás el ingenio y la sensibilidad contenidas pudieran ser replicables, pero el referido facilismo queda en entredicho a partir de la hondura filosófica de ambos poemas citados y cuyo significado se va revelando de acuerdo a las capas de lectura que los componen.



La llave es sólo uno de tantos objetos que a diario nos hablan. Nervo centra la mirada en este objeto y pareciera estar anticipando lo que décadas después trabajaría Neruda en sus Odas elementales. Quizás se pueda especular desde otra óptica que la llave es el pretexto para introducir el tema del tiempo: probablemente. Por mi parte considero que debido a su relación con el hombre, este aditamento alude más bien a la condición humana, colocándose como poema hermano de “Lo fatal” de Rubén Darío, quien lo enuncia con una llaneza y una simplicidad (que no simplismo) no exentas de profundidad reflexiva y cuya elaboración tanto formal como discursiva difícilmente podrían calificarse de fácilmente imitables. Sin embargo tiene una claridad meridiana en la entrega de su mensaje. La consigna del dominio público le adjudica al poeta la misión de ser el guardián de las palabras de la tribu, pero no puedo evitar preguntarme hasta dónde sería viable ese cometido si dichas palabras resultan ser inaccesibles para su propia tribu.