viernes, 9 de mayo de 2008

¿Maracanazo o macarenazo?: respuesta al editor de Monitor deportes



Los milagros no existen: quien ignore que un principio elemental del futbol es que antes de cada partido no hay nada escrito, entonces no entiende en qué consiste este juego. Sin embargo con ello no se puede tampoco restar mérito frente a un resultado tan inesperado como el del miércoles pasado en el Maracaná. Así pues, el asunto de fondo implica que aventurar un pronóstico de antemano es lo que respalda la incredulidad cuando el resultado es totalmente opuesto: si no se hubiera imaginado como casi una obviedad la obtención de su primer campeonato en casa, el Maracanazo gestado por la selección de Uruguay en 1950 no hubiera tenido el impacto que tuvo. Toda proporción guardada, lo acontecido entre América y Flamengo se sustenta bajo la misma premisa: el peor equipo de México derrota (y por 3-0, de visitante) al campeón carioca.

Decía pues, que los milagros no existen (el golazo de Juan Carlos Medina el día de ayer, aunque el mismo jugador declaró que intentó otra cosa, fue posible en virtud de que el jugador hizo lo necesario para que se produjera), ya que situaciones así sólo se generan en función de la voluntad y empeño, es decir, creo que no podemos aplicar la idea de que los 3 goles cayeron porque sí, porque no hubieran sido buscados. En esa misma concordancia se entiende que el rival dejó de hacer algo que evitara su estrepitosa caída, pero bueno, eso es asunto que le tocará analizar a la escuadra brasileña. Como americanista en receso quiero exponer que el mérito existe (digo, te puedes encontrar un billete de mil pesos en la calle, sólo que el milagro no es tal si no tienes el mérito de siquiera voltear al piso), pero la hazaña "histórica" no borra lo realizado ni en el pasado inmediato, ni en el pasado un poco más lejano.

Se viene la confrontación con el Santos de Brasil y como tampoco podemos edificar sobre seguro un resultado previo: yo sólo digo que cualquier cosa puede pasar, y que lo rescatable es que algunas fuerzas han empezado a tomar un rumbo más o menos familiar para alguien que creció viendo cómo se cimentaba una trayectoria de éxitos dentro del equipo más importante de nuestro país. Es decir, si me declaré en receso en mi afiliación al equipo de Coapa esto se debe a que después de los fracasos ante el Pachuca y el Arsenal de Argentina el año pasado percibí que había una esencia que se había evaporado. Desde luego las implicaciones de un torneo a nivel internacional pueden cobrar mayor valor, sin embargo este tipo de regresos "milagrosos" era una peculiaridad que caracterizó al América durante mucho tiempo: en el torneo Prode 85 se repuso de una desventaja de 4-0 en el partido de ida, cuando jugó la final ante el Tampico Madero, y hace 6 años ante Necaxa cuando les volteó la tortilla con un 2-0 en contra.

De esta forma elAmérica constataba una premisa que en cualquier lugar del mundo (hablando de un deporte mundial) es válida: a la pregunta, ¿para qué se juega una final?, la respuesta americanista siempre había sido categórica: para ganarla. Por supuesto que también existe la obligación de jugar bien, intentar el jogo bonito, pero eso, en cualquier lugar del mundo, es una cuestión que pasa a segundo plano si se privilegia el hecho de meter más goles en la portería rival que los que éste pueda hacer en la portería propia.

En fin, que mi palabra sigue en pie: retornaré a los colores azulcrema cuando América gane la Libertadores y la Copa Sudamericana. Por lo mientras hay que darle "alegría al cuerpo Macarena", como sugiere mi amigo y polemista en infinidad de ocasiones Víctor Miguel Villanueva (editor de la sección deportiva del diario Monitor), pues la moneda (para variar) está en el aire...