viernes, 31 de mayo de 2024

DOS FOTOS BORROSAS: DEL “NO ERA PENAL” A LOS RESABIOS ELECTORALES DEL 68


1) Lo que se ve es lo que hay, y lo que hay es lo que inventan los medios, diría parafraseando al clásico. En la clase de esta semana, hicimos un interesante ejercicio de referéndum con el grupo, del cual da cuenta esta foto algo borrosa. Obviamente se refiere a la jugada clave que definió la final (valga la redundancia) del domingo pasado y frente a lo cual me atrevo a afirmar que la gente (un servidor incluido) opina lo que cree, no lo que piensa y mucho menos lo que ve. En un principio en el pizarrón anoté sólo dos opciones “sí” o “no”, con lo cual se mide una realidad en tesitura de blanco y negro, pero entre el estudiantado alguien postuló que no tenía un punto de vista seguro y su aportación a favor de un gris (un “tal vez”) me pareció más que digna de ser considerada, valiosa. Al tratarse de emitir una opinión con base en una imagen repetida hasta la saciedad, lo más lógico hubiera sido que todos tuviéramos un punto de vista resuelto, pero la perspectiva de alguien que no lo tenía me llevó a replantear el panorama. En una de ésas eso que llamamos realidad está más cerca del gris, de una de las tantas tonalidades de grises que también tienen lugar en el espectro cromático. No es una postura indefinida, sino una declaración de independencia frente a la irreductibilidad de posturas, una tercera vía que son muchas vías, una actitud cartesiana de someter a duda lo que se da por hecho de forma automática, una búsqueda por desautomatizar esas afirmaciones provenientes más del hígado que de la neurona. Tan sencillo como esto: ¿los resultados del referéndum en clase (y de todos los que se debatieron y rasgaron las vestiduras al respecto) hubieran sido los mismos si los contendientes por la final del futbol nacional hubieran sido otros equipos? Ante la cerrazón de criterios, a estas alturas del desarrollo del pensamiento ilustrado no deja de sorprender que pocos hayan centrado su atención en el hecho de que el portero del equipo triunfador tuvo media docena de intervenciones decisivas, que se suman a las que tuvo durante todo el torneo. Él fue el artífice de este campeonato, pero la discusión se centró en una jugada verificada a cien metros de su área. La posibilidad de una visión panorámica se reduce así a la que aporta el ojo de una cámara. Agradezco esta vez que para entender parte de esto, quien me haya dado la lección en clase haya sido mi estudiante.

2) Este 2 de junio guarda ciertas implicaciones para alguien que pertenece a la generación X. En 1988 enfrenté mi primer reto frente a las urnas y el sentido de mi voto estaba claro. Es como si el primer paso dado determinara el resto de los que habría de dar. En un par de días acudiría al séptimo llamado a las urnas para una elección federal y un momento así me remonta al primero, del cual la instancia (la jugada) decisiva fue cuando el candidato del Partido Mexicano Socialista (al favor del cual estaba decidido el sentido de mi voto para la presidencia, las senadurías y las diputaciones federales y locales), Heberto Castillo Martínez decidió declinar (un 5 de junio para ser más precisos, con lo que dentro de 6 días se ajustarán 36 años,) en favor de la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas, postulado por el Frente Democrático Nacional, con el resultado ya de todos conocido. Lo que me deja pensando este nuevo reto es que hay una lamentable pérdida de opciones, porque en los subsecuentes procesos electorales siempre tuve una absoluta certeza a favor de quién votaría, en medio de las tres ofertas políticas que de manera constante se mantuvieron presentes. Esta vez también las hay (y en otras ocasiones el número ha crecido), pero el que ahora se siente fuera de lugar soy yo, quien siempre me he sentido ubicado a la izquierda del espectro ideológico. Es como si alguien en el pizarrón borroso de la realidad nacional me hubiera borrado esa tercera alternativa (aunque aún caben las posibilidades de anular el voto o de sufragar a nombre de los desaparecidos). La foto de mi credencial electoral la veo así más borrosa. El sentido de mi voto es que siempre tuvo sentido, sin embargo lo triste del actual panorama es que la tendencia que se ubica como de izquierda no es tal, mientras que la de derecha sí es eso que representa y por los personajes que rodean a sus respectivas candidaturas ninguna parece viable (entre un rosario de razones, sus postulaciones son resultado de la simulación de un proceso de consulta que fue más bien un dedazo): en el desplegado de apoyo a la candidata derechista por parte de los intelectuales aparece el hijo de Revueltas, pidiendo así votar por el partido que reprimió y encarceló a su padre, mientras que la candidata del régimen vigente, en el último debate desde Tlatelolco, se manifestó heredera del movimiento del 68, pero a la vez se ha empeñado en apoyar la carrera política del nieto del general que perpetró la matanza del 2 de octubre en ese mismo sitio. En este par de días (“2 de junio, no lo olvido”) habrá que meditar en la lección (la jugada) impartida en su momento por el ingeniero (y también maestro) Heberto Castillo, militante y perseguido durante el 68.