De “Código del Poeta”, fragmentos del capítulo IV de la serie La
Isla del Tesoro (1982) de Jorge Teillier y Juan Cristóbal:
«Un
poeta tiene la obligación de hacer trabajar a su mujer y dejar que se muera de
hambre su anciana madre».
Un poeta debe pedirle plata a su sobrino para irse a beber
con los amigos en la tarde y descubrir desde los espejos los ojos verdes de los
ciegos.
Un poeta jamás debe permitir que el cura le enseñe
moralejas a sus hijos, ni religión a sus canarios ni persignarse a sus ahijados
entre los geranios de la noche.
Un poeta debe de hacer de su casa el segundo bar, y del bar
su segunda casa.
Un poeta debe tener amistad con los gitanos para que le
adivinen el destino de su vida, para que jamás las cóleras del cielo se desaten
en su tumba y para que en verano las luciérnagas lo salven de las garras
oscuras de la muerte.
Un poeta debe exigir a sus hijos que sean futbolistas o
cantantes de tango en Europa para que ayuden a sobrevivir a su minusválida
familia.
Un poeta jamás debe llorar cuando una muchacha de ojos de
ámbar lo abandona en el silencio de los puentes o en los callejones sombríos de
los muelles.
Un poeta debe soñar todas las noches con su amante y
fusilar a los enemigos cuando le roban la memoria o el paisaje de los cantos.
Un poeta debe morir sólo después de haber tomado la última
cerveza en la mañana o después de haber fundado las estrellas y canciones con
los niños en la lluvia.