Si el futbol es el pretexto ideal para hablar de
cualquier otra cosa, ya que la Euro se está disputando en Francia acudamos
ahora a Jean Jacques Rousseau (quien en realidad era suizo) para tratar de
asimilar el asalto a la marsellesa que hooligans ingleses y ultras rusos
escenificaron antes del juego disputado por sus dos representativos nacionales.
Acto de barbarie superior a la de poner a competir a Shakespeare con Dostoievski,
es necesario preguntarse si es una reincidencia de una problemática que se
creía ya erradicada de la Liga Premier. Ni siquiera hace un año entre
aficionados de Chile y Argentina (países que arrastran a nivel político y
militar varios agravios históricos) en la final de la Copa América se vio un
deplorable espectáculo de esta naturaleza. La tesis de Rousseau parecería
cobrar vida porque el buen salvaje americano no ha dado la nota en el mismo
tenor que la Euro 2016, si bien hay que tener cuidado con afirmaciones tales,
porque ninguna Liga de fútbol local en Sudamérica o en México está libre de
emular la acción de los hooligans.
Decía que lo ocurrido en Marsella da razón a la tesis de
que por muy refinada y culta que sea una sociedad, es capaz de las mayores
atrocidades. En cuanto a este planteamiento de Rousseau es seguido de cerca por
el padre del psicoanálisis con su Malestar
en la cultura y, mutatis mutandis, lo secunda el padre de la
fenomenología analítica del alma pampera, Ernesto Sábato, cuando afirma que la
sociedad más culta de su momento fue capaz de construir campos de
concentración. Su misma tendencia ilustrada, como lo documenta un poema de
Borges, llevó al mal civilizado hombre europeo a la extinción de los lobos en este continente:
Es el último lobo de Inglaterra.
Odín y Thor lo saben. En su alta
casa de piedra un rey ha decidido
acabar con los lobos. Ya forjado
ha sido el fuerte hierro de tu muerte.
Odín y Thor lo saben. En su alta
casa de piedra un rey ha decidido
acabar con los lobos. Ya forjado
ha sido el fuerte hierro de tu muerte.
Y de eso se trata precisamente: qué casualidad que, en términos del uruguayo José Enrique Rodó, en esta disputa entre Ariel y Calibán los hooligans se contengan
en su país y desaten su furia fuera de él. Que el predio que se incendie sea el
del vecino. La norma de la globalización a ultranza (genuino continuador del
colonialismo) es que tanto la violencia como la miseria sean productos de
exportación. Sin embargo en este homo homini lupus las cosas como
bumerang se regresan y la migración globalizada vigente en nuestros días (o el
tiroteo de hoy mismo en Orlando Florida) son sólo muestras del precio a pagar
al querer habitar en una aséptica burbuja echando todo el desperdicio fuera de
casa.
En fin, ya que de escritores hablamos, en este sábado de competencia
vimos al país del suizo Blaise Cendrars imponerse a la Albania de Ismail
Kadaré, al de las barras y las estrellas de William Faulkner al Paraguay de Roa
Bastos y, en términos de música folklórica, a la Costa Rica de Chavela Vargas
vencer a la Colombia de Rafael Escalona, todos con resultado de una mínima diferencia. Lo que lo no resultará mínima diferencia es conocer esta noche
entre los dos calificados en la Copa centenaria, gringos y cafetaleros,
quién se enfrentará a Brasil.
Apostilla
del anterior posteo: y puesto que la selección amazónica es el
tema de despedida, no han pasado por alto las implicaciones de la fórmula
establecida en mi anterior comentario y alguien ha dicho que la trascendencia
de Maradona es superior porque él en México 86 conjuntó el talento de Pelé y el
carácter de Carlos Alberto en México 70. Por algo se dice que cuando veas las barbas de tu vecino cortar...
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