sábado, 2 de julio de 2016

DEL PIE A LA LETRA 16. DONDE DIJE DIGO DIGO DIEGO

Al cumplirse justamente los 100 años de la batalla de Somme (y que de acuerdo a mi amigo, el historiador peruano Francisco José Criado, comenzó con un balón lanzado en medio de esa "tierra de nadie", tal vez con la quimérica pretensión de declarar como vencedor al primero que llegara a ella), a pocos kilómetros de ahí se verificó hoy la Batalle de Lille entre dos equipos más o menos directamente involucrados en dicha conmemoración: Bélgica como el tradicional terreno bélico de Europa y Gales, ilustre miembro del Reino Unido con sus fieros dragones de batalla. Las estadísticas indican que ese 1 de julio de 1916 abandonaron este mundo 22 mil almas, poco menos de mil por hora, cifras por las que uno agradece que existan medios menos sangrientos para dirimir diferencias u ocupar el tiempo de ocio.


Más allá de las metáforas y comparaciones históricas, este día presenciamos un verdadero enfrentamiento del nivel que corresponde a una Eurocopa, intenso, forcejeado, con una leal rispidez (de hecho por acumulación de tarjetas Aaron Ramsey se perderá el juego de semifinales) y con anotaciones soberbiamente trabajadas: la de Nainggolan pareció ser un obús de la artillería teutona, laboriosamente contrarrestadas por las tres de los galeses a cargo del capitán (en claro ejemplo de inspiración que conlleva dicha responsabilidad) Ashley Williams, Robson-Kanu y Sam Vokes. En mi humilde apreciación fue el partido más agradable de este torneo, no sólo por lo que estaba en disputa, sino porque confrontó dos escuadras cuyos antecedentes anticipaban incluso un resultado opuesto al que se produjo, por lo que el ingrediente sorpresa es un adicional. Sin embargo, más que sorpresa el desempeño de los galeses es la confirmación del encanto feérico que tiene esta Eurocopa y que siempre subyace dentro del espíritu del futbol, encanto del momento, de ese ritmo o inercia a favor en que se han montado tanto el juego del combinado de Gales como el de Islandia. No es asunto de que por arte de magia las jugadas salgan, es el empeño puesto en ellas con fe y determinación. Las figuras belgas bien podrían parecer enemigos formidables, pero los galeses respondieron de fórmica manera y sí, como hormigas obreras (salir a jugar de rojo coopera para cromatizar la metáfora) trabajaron el partido. Opacaron a todas las figuras que desfilaron en la grama de Lille, incluida la propia, pues el prestigio del mismo Bale acabó subordinado a la labor de conjunto, tarea doblemente plausible por la actitud y por los resultados. Felicidades Gales.

Y ya que en efemérides andamos, el pasado 29 de junio se ajustaron los 30 años de la final de México 86, gran pincelada para clausurar un torneo que vino a sentar precedentes a nivel de los sistemas de juego (por contraste hará ver la fealdad de Italia 90 y en cierta medida de Estados Unidos 94 de forma casi obscena, por mencionar sólo sus métodos extremos para determinar a los que habrían de ser los monarcas en dichas competencias) y de reformas en las reglamentaciones (el modo como se disputan los octavos y cuartos de final se implementó desde entonces). Fue el otro gran escollo a superar por parte de la escuadra albiceleste y en honor a la verdad la numeralia nos dice que obtuvieron el grado aprobatorio con carácter de suficiencia. Como en el caso ante Inglaterra sólo un gol marcó la diferencia, claro que la categoría de los mismos rebasa totalmente toda valoración numérica. El segundo tanto de Maradona ante los ingleses vale por mil, o al menos 100 (por algo se le denomina el gol del siglo) de cualquier otro delantero en la historia, y el de Burruchaga, a pase del Pelusa, condensa el valor de todo un torneo. Esa última anotación definió al monarca del mundo y en ello radica todo su valor.

De acuerdo a este comparativo es viable analizar el trabajo de Maradona en ambos encuentros. En el primero y en la semifinal lo hizo todo, incluso las anotaciones: fue una labor como de adalid medieval enseñando a sus huestes cómo se combate, de Quijote que en esta ocasión sí vence a los molinos de viento; en cambio en la final los alemanes anularon eficientemente a Maradona como anotador, y eso les dio una base a sus contrincantes para reponerse de la desventaja, como suele ser la germánica costumbre. De hecho el gol de Brown viene de un centro del mencionado Burruchaga, y el de Valdano de una asistencia de Enrique, es decir, como en el caso de Gales ante Bélgica que hemos comentado, esta vez en función del fórmico trabajo de conjunto los obreros, infundidos de la convicción que les dio su mariscal de campo, igualaron el tozudo empuje alemán. Sin embargo cuando los focos de alarma se encendieron mostrando que la estrategia de Bilardo estaba haciendo agua, el capitán de nuevo se hizo del timón y sacó la nave a flote: obnubilado durante 84 minutos (bueno, en este punto es necesario que me desdiga un poco hablando de Diego, pues sí hizo acto de presencia en jugadas previas a las de la asistencia para los primeros dos goles argentinos) puso manos a la obra y con un soberbio servicio a su comandante del flanco derecho, Burruchaga, culminó la obra y consumatum est, ni siquiera los Ferrocarriles Unidos de Alemania (que en traducción del eximio locutor Ángel Fernández eso quiere decir en castellano Hans Peter Briegel) pudieron alcanzarlo. El Estadio Azteca se convirtió así en la Basílica que consagró a su hijo dilecto del balompié.

Apostilla: En el 86 vimos pues las dos formas en que puede jugar Argentina. Valdano decía que Maradona era un solista (lo fue en efecto ante Inglaterra cuando hasta sus compañeros se sumaron por momentos a los espectadores en la tribuna mientras el maestro ejecutaba sus milagros) y Platiní un director de orquesta. Maradona tomó la batuta unos cuantos minutos en la final del 86 para finiquitar el asunto (que ya habían dejado bastante avanzado los discípulos). Como el ayer siempre está hablándonos dentro del presente, ¿no sería bueno ajustar el posible regreso de Messi a la selección de su país jugando así, como director de orquesta y olvidándose del papel de solista, que aunque lo pudiera realizarlo ya vimos que su fragilidad mental visualiza este reto como una carga un tanto onerosa para él? Digo (pues donde digo Diego, esto es lo que dije).

No hay comentarios: