
La geopolítica y la división lingüística de Europa muestra
fronteras más o menos claras entre un norte de ascendencia protestante y
lenguas de estirpe germánica, un sur donde predominan las naciones de lengua
romance y creencia católica y una región del Este básicamente con idiomas de la
familia indoeuropea eslava y un catecismo ortodoxo. Desde luego como en toda
regla hay excepciones: en ese lado Este, la ya eliminada Rumanía tiene como
idioma oficial una lengua romance y en Irlanda (claro el sustrato celta en toda
Europa provoca matices) tenemos un país eminentemente católico, del mismo modo
que en la parte continental los extremos de su zona de influencia los
representan precisamente Polonia y Portugal, formando una línea horizontal que
no sólo atraviesa geográfica, sino también histórica y culturalmente al Viejo
Continente. Esta reflexión viene a cuento como un común denominador que se
manifiesta en tres instancias de impacto transfronterizo. Fue justamente
Octavio Paz a través de su concepto de la “simetría inversa” quien hizo ver
cómo la zona nórdica de ascendencia protestante fue el lugar propicio para el
surgimiento del espíritu romántico que en esencia habla de los aires de
renovación y regreso a las fuentes originales. La Europa antirromántica, esto
es grosso modo, neoclásica, la que
pugna por valores intemporales, estructuras estables e instituciones estáticas
es la de ascendente católica. El imperio español, su ejemplo más acabado como
defensor a ultranza de un sistema a través del cual pudieron medrar, no pudo
sustraerse a la corrupción de sus elementos componentes con tal de que una
situación establecida y religiosamente sancionada como se mantuviera
inconmovible. En el caso del Vaticano, amén de los ya destapados (y que sin
duda son más) casos de malversación de fondos, el problema de la pederastia no
se resuelve a fondo: implicaría una revisión de su estructura y no un mero caso
de justicia, tal como es asumido desde una perspectiva de fuera. Una
contradicción muy profunda, pues más allá de un principio de la más elemental
sentido de humanidad, lo que importa es defender su razón de ser.
En este repaso inevitablemente superficial, al comparar
lo que digo con la actual situación de España que la semana pasada fue
convocada a las urnas, arroja como saldo un regreso a un pasado que nunca se
fue en realidad. La idea es moverse para que todo siga igual: el objetivo de
estas elecciones era crear las condiciones para conformar gobierno, pero los
resultados son muy semejantes a los de la elección de diciembre pasado.
¿Entonces qué fue lo que cambió? Realmente en estos últimos años ha habido más
movimiento tras la abdicación del rey Juan Carlos en favor de su hijo que
dentro de su sistema político. Supongo que esta crisis estructural de algún
modo debe afectar al fútbol hispano.
Apostilla: En
cambio sí puedo afirmar que ese modelo de simulación de renovación institucional
ha sido replicado por el máximo organismo del fútbol mundial, la FIFA. Desde el
año pasado se destapó la cloaca y ¿qué creen?: como era en el imperio español,
como en el Vaticano, en la FIFA hay una corrupción de índole estructural, qué
curioso, ¿no? Para que esto sea viable se necesitan aplicar varios aspectos de
organización de los cuales puedo apuntar uno que me parece básico: en tiempos
en que se siguen proclamando a los cuatro vientos las bondades de la democracia
y el libre mercado, la clave está en adaptarlas discursivamente y así dar una
apariencia de estructura, tal como decía John Lennon “everybody’s runnin/ and
no one makes a move”. La democracia en España es indirecta: se eligen a
"grandes" electores para que ellos sean los que elijan al que
presidirá al país. ¿No les suena parecido al modo, eso sí más radical, en que
los cardenales entran en cónclave para escoger al sucesor de san Pedro, o los
consejeros de FIFA a su supremo dirigente? Si el formato se mantiene ha de ser
porque funciona. Por supuesto una maquilladita de imagen rejuvenecedora ayuda bastante,
y eso es justamente lo que intentan mostrar Gianni Infantino, Jorge Mario Bergoglio
(dentro de lo que cabe, claro, y quien en la imagen que acompaña a esta entrega
se reunió con aquel para pedirle, con toda la autoridad moral que detenta, que
limpie de corrupción a la FIFA) y el rey Felipe, a la par que los casi imberbes
dirigentes de los partidos españoles del PSOE y de Podemos.
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