lunes, 11 de julio de 2016

DEL PIE A LA LETRA 21. NUEVA GESTA DE UN CID CAMPEADOR




Al minuto 25 el panorama parecía el de una tormenta perfecta para la escuadra lusitana: jugaban de visita la final en el State de France ante una Francia que amagaba con desbordarse (aunque no con mucha idea pues en realidad no hubo más que intermitentes momento de asedio a la retaguardia portuguesa) y su jugador más valioso y capitán abandonó lesionado el partido. Yo mismo preveía que las posibilidades de salvar la situación se reducirían en la proporción de que no lograran darle respiro a su cuadro bajo: si su jugador más peligroso no distraía a la defensa gala, incluso ellos podrían enfocar sus baterías para derrumbar las murallas lusas. Y no, la historia a la postre fue distinta: sin embargo no puedo pasar por alto el apunte de la decimonovena entrega de esta serie donde anticipé un escenario a grandes rasgos semejante al que presenciamos hoy, si bien mi pronóstico fue que tal vez llegarían a la instancia de tiros penales (lo cual no resultó necesario), además de que ubicaba a CR7 como protagonista (con un histrionismo pasado por lágrimas) y no como director de escena.


Entre los antecedentes de las catorce finales disputadas dentro de esta competencia podemos ubicar un resurgimiento del fútbol de países de ascendencia románica. El mayor número de finales mixtas es de cuatro entre países germánicos (tres veces a cargo de Alemania, una de Holanda) y países eslavos (dos veces la desaparecida URSS y dos los checos), pero también cuatro han sido las veces en que la final tuvo exclusivamente un sabor latino: 1984, 2000, 2012 y este 2016. Pero si reducimos la estadística al siglo XXI hallamos que de las 5 finales que van el 60% han hablado sólo en lengua romance (mientras que los eslavos se han quedado rezagados y no han vuelto a ver esta instancia desde hace 20 años: curiosamente la primera, y única hasta el momento, final fue disputada entre las extintas Yugoslavia y la URSS). Creo que no está de más mencionarlo (para estar a  tono con lo desarrollado en mis anteriores escritos): estas naciones a las que me refiero (Italia, España, Francia y, por supuesto, Portugal) comparten dentro de su pasado el resabio de haber sido alguna vez un imperio. Simplemente hay que parar mientes en el uso de expresiones que a grandes rasgos pueden resumirse en los titulares de este día: “Portugal, monarca de Europa”.


Del lado de Didier Deschamps se podrá argumentar ahora, a toro pasado, que parte de la responsabilidad en la frustración de que por primera vez en la historia hayan perdido una final jugada en casa se deba a su negativa en llamar a Karim Benzema (dejando toda la responsabilidad de hacer los goles en Griezmann) y por rehusarse a platicar con Franck Ribéry para que éste reconsiderara su retiro de la selección. Pero una vez entrando en el terreno de las hipótesis las elucubraciones se convierten en un barril sin fondo (como las disputas entre messistas y cristianistas), no todas ellas áridas, porque si bien a final de cuentas Portugal entregó resultados y no excusas, la especulación puede ser el punto de partida de una discusión sabrosa de uno y otro lado: “que si Francia hubiera alineado…”, “que si Portugal ganó sin ser dirigida por uno de los 4 mejores técnicos del mundo, que es portugués”, “que si Francia y Portugal llegaron a la final jugando al estilo de Simeone”, y así un largo etcétera detrás.


Apostilla: Sin embargo, decir que Cristiano Ronaldo fue el artífice de Portugal en la obtención de esta Eurocopa es tan cierto como el hecho de que el futbol no se juega sólo con los pies ni tampoco se determina exclusivamente en función de lo que ocurre dentro del terreno de juego durante los 90 (o en este caso 120) minuto (para rubricar estas palabras baste ver cómo lo felicita sir Alex Ferguson al concluir la premiación: https://www.youtube.com/watch?v=P1q6sYFBUj4). Más que nunca en nuestros días es una actividad mediática en la que repercute lo extra cancha y el aserto de la afirmación que acabo de hacer se comprobará el año entrante si el Balón de Oro regresa a las manos de Ronaldo, el portugués (porque ha habido dos brasileños), quien así sumará a su estadística como recordman el haberle dado a su país el primer título en la historia dentro del balompié aun después de haber salido de la cancha, pues lo que les hacía falta a los lusos en cuanto a futbol, su capitán se los infundió en cuanto a moral de lucha, interviniendo hasta el momento en que llegó el gol de Éder, el portugués (porque esta vez hubo uno italiano). Para que se entienda mejor esta labor, podría decirse que emuló, actualizándola, aquella gesta de ese otro adalid ibérico (aunque del lado español) conocido como el Cid Campeador, quien fue capaz de ganar batallas contra los moros incluso después de haber muerto.

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