lunes, 5 de julio de 2010

El FIFA gate o de cómo México sigue en competencia


1. De cabeza. El balón siguió rodando y las conclusiones de lo visto en este mundial están muy lejos de ser halagüeñas (con todo y FIFA gate de pilón). Me pregunto por qué nos hemos conformado con tan poco, por qué aceptamos que Brasil juegue como si fuera un combinado europeo, que en la selección de Argentina jugadores multimillonarios no tengan amor a la camiseta, que Alemania y España repitan en la cumbre del futbol europeo como si en estos dos años desde la Eurocopa no hubiera pasado nada de por medio y que ahora sean los alemanes quienes basen su éxito futbolístico en el talento y los españoles en su esfuerzo físico, quién lo dijera. Por muy paradójico que parezca, el balón está de cabeza.


2. La garra. Quizás, de todo lo perdido, haya que entresacar lo ganado. Más allá de que España, Paraguay y Ghana hayan llegado a una zona inédita de este torneo mundial, lo cierto es que tuvieron que pagar el derecho de piso y desde la marca de los nueve pasos para el máximo tiro de castigo se comportaron como cualquier mexicano en tales circunstancias (incluido algunos naturalizados especialistas en fallar penalties, como Vicente Matías Vuoso), lo que quizás nos impida ser tan duros de ahora en adelante con los jugadores que porten la camiseta verde. Pero bueno, el punto era congratularse de que la garra charrúa, que parecía irremediablemente perdida de estas instancias, esté de regreso y que algo parecido suceda con Holanda, un futbol que empezó a cobrar relevancia precisamente cuando los uruguayos comenzaron a perderla. Quisiera recordar a través de la playera celeste aquellos tiempos anteriores al catenaccio italiano y al dinamismo del futbol total. Los momios dan como favoritos a los holandeses pero, si a rancio abolengo nos atenemos, lo cierto es que el prestigio uruguayo es mayor. Hace 60 años en el Maracaná quedó patentizado que más allá del inefable toque carioca, jugar con los destos bien puestos también reditúa.


3. Las barbas del vecino. El ridículo mayor tal vez lo hayan protagonizado los árbitros y los dirigentes de FIFA ante los lamentables gazapos (per)judiciales que tuvimos que presenciar casi con apena ajena. Desde luego aquí el problema polariza posiciones: por un lado estaría la necesidad de tecnologizar el balompié para semejarlo al modo de competencia gringo (no olvidar que varios cotejos como el de los mismos Estados Unidos o el Uruguay-Ghana parecían final de la NBA o de las Grandes Ligas, con jonrón en la última entrada después de dos outs, tres bolas y dos strikes), y por el otro los tradicionalistas que abogarán porque las reglas se mantengan incólumes y que con una disculpa (como en efecto la dio Blatter) quede saldado el lamentable daño colateral, el asalto en despoblado que fueron los octavos de final para México e Inglaterra. Pero que a nadie se le olvide que esto podría repetirse (yo mismo me empeñé en apuntar con dedo flamígero la injusticia producida en su momento) luego de la fraudulenta calificación a Sudáfrica de la escuadra francesa sobre la de Irlanda, pues al no respaldar la reclamación de este país ante una fechoría manifiesta, había que, como dice el refrán, poner a remojar las barbas propias. Como en su momento, meses antes de que empezara esta contienda, no se sentó un precedente para remediar un hecho a todas luces inequitativo, ¿con qué cara mexicanos e ingleses podían pensar que el juez central de sus respectivos partidos cambiaría una decisión si la que afectó a los irlandeses se pasó por el arco del triunfo parisino?


4. El futbol mexicano. Aunque el combinado de la esperanza siempre verde ya está de regreso en tierras mexicanas, luego de las pifias arbitrales arriba señaladas habrá que asentar que el futbol mexicano no ha dejado de estar presente en Sudáfrica. Los penales fallados tienen un tufo a algo ya visto en el torneo local e incluso la manera de cobrarlos por parte de Sebastián el “Loco” Abreu haría pensar que ese partido se transmitía desde el Estadio Tres de Marzo de Zapopan (si el portero ghanés hubiera tenido acceso a las grabaciones de partidos donde jugó Abreu otro gallo le hubiera cantado debajo de los tres palos). Penalties que no son, goles fantasmas que nunca entran y otros que se inventan, además de un sinfín de tantos marcados en fuera de lugar pueblan la historia del futbol mexicano. Hasta pareciera que Suárez, el delantero charrúa cuya jugada de voleibol catapultó a su selección a las semifinales, repitió un recurso al que en un clásico América versus Guadalajara en el Estadio Azteca, con arbitraje de don Gilberto Alcalá (hoy comentarista de TVC Deportes) recurrió Héctor Reinoso para impedir la anotación de Luis Hernández. Creo que no hace falta recordar que a la postre el resultado favoreció a la causa del jugador que cometió la infracción. Así es este juego y para rubricarlo no hay que olvidar que Marco Antonio Rodríguez y Armando Archundia todavía están en competencia y, a como han estado las cosas en el actual territorio mundialista, no hay que descartar la posibilidad de que aún puedan (como hace veinte años lo hizo Edgardo Codesal en Italia 90) darle el toque mexicano al partido final del torneo...


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